La familia Wittgenstein by Alexander Waugh

La familia Wittgenstein by Alexander Waugh

autor:Alexander Waugh [Waugh, Alexander]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Biografía
editor: ePubLibre
publicado: 2008-09-15T00:00:00+00:00


Más sobre el carácter de Paul

Todos los años Paul visitaba un par de veces a su amiga Marga Deneke, que vivía en Inglaterra. Eran íntimos, aunque es poco probable que fueran amantes. Ella tenía sobre su escritorio una silueta de Paul enmarcada, que él le había enviado con el siguiente comentario: «Creo que parezco un idiota». Marga era cinco años mayor que Paul, de origen alemán pero criada en Inglaterra. Era musicóloga, además de una extraordinaria pianista, había interpretado a Clara Schumann y en su juventud había estudiado con Eugenie Schumann. Ella y su hermana Helena, una profesora alemana, habían heredado una pequeña fortuna de su padre, que había sido un acaudalado ejecutivo de un banco mercantil, y vivían juntas en una villa gótica denominada Gunfield, cerca de Lady Margaret Hall, en Oxford. En su espaciosa sala de música se celebraban los conciertos de la Sociedad de Música de Cámara de Oxford.

Los Deneke y los Wittgenstein tenían amistades comunes, cualquiera de las cuales pudo haber propiciado que Paul y Marga se conocieran. Estaba, como es lógico, la relación con Eugenie Schumann y Marie Fillunger. Marga era coleccionista de manuscritos de Mendelssohn (de los que Paul poseía varios), su madre era amiga de Joachim, el violinista y primo de Karl, y ella misma era amiga del clarinetista Richard Mühlfeld y la violinista Marie Soldat-Roeger, invitados e intérpretes habituales en el palais de los Wittgenstein.

Durante muchos años Paul se unió a ella y su reducido grupo de amigos para pasar unas vacaciones dedicadas a la música y a los paseos por el campo en Overstrand, en St. Margarets-at-Cliffe, cerca de Dover, y en Southwold, en la costa del mar del Norte. A él le gustaba la naturaleza y sabía mucho de ella. Conocía el nombre de la flora y la fauna en alemán, inglés y francés. Le encantaban las puestas de sol y el mar y observaba hasta los detalles más nimios. Según Marga, las caminatas le tranquilizaban. En este sentido, difería de su hermano Ludwig, que no caminaba para hacer ejercicio ni por amor a la naturaleza, sino para discutir sus ideas. Ludwig exigía a sus acompañantes que participaran, que no se limitaran a escuchar. «Recuerdo —escribió uno de sus amigos— que estos paseos podían llegar a resultar mentalmente difíciles y agotadores[312]». Por otra parte, a Paul no le gustaba diluir su disfrute de la naturaleza con charlas ociosas, y se negaba a pasear con más de una persona aduciendo que «entre tres la conversación es tediosa». Según recordaba Marga:

Daba igual que lloviera. Despreciaba a toda persona físicamente capaz que permitía que la lluvia desbaratara sus planes. Partimos hacia el Castillo de Dover y, calados hasta los huesos, en los acantilados azotados por el viento, lejos de casa, afirmó que ya habíamos hablado bastante. Quedaba un largo camino hasta St. Margarets-at-Cliffe, él tomó la delantera y yo lo seguí como un perrillo empapado[313].



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